sábado, 23 de diciembre de 2017

Galletas de navidad

¿Y de qué servía que pasara horas frente al horno? Él no probaría sus galletitas en Navidad.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Todo bajo control

Roberta pensó que su idea era grandiosa, ya que tenía todo perfectamente calculado. Mientras llegaba a la gasolinera más cercana a su hogar pensaba en las hojas arrugadas que llenaban el basurero de su despacho. Tenía su oficina en su propia casa; ser abogada le permitía trabajar desde allí.
Cada día atendía a sus clientes en ese lugar: blanco, pulcro y de estilo minimalista. Toda cosa tenía su lugar específico y nada se escapaba ni en un milímetro. Si pasabas el dedo por el escritorio o el librero no hallabas ácaros de polvo. Todo era fríamente calculado por ella, como siempre.
Bajó de la camioneta blanca con paso tembloroso. No gustaba de las gasolineras con autoservicio. Pero esta vez era necesario rellenar el estanque. Mientras más tiempo pasara más difícil sería ocultar lo que había hecho. De forma torpe y rápida lleno el estanque hasta el límite; necesitaría mucha gasolina.
Pensar en su armario la estaba poniendo histérica, mucho más que aquellas hojas arrugadas desbordándose. Nunca había pensado en hacer eso, pero ya le estaba colmando la paciencia. Acuchillar a Miguel había sido la única solución que había encontrado para terminar con el desorden de su rutina. Trazó todos los planes posibles, pero nada la convencía. Era lo único; él no dejaba de acosarla, ni lo haría si seguían bajo el mismo cielo.

Cuando fue a tomar el bidón de gasolina para llenarlo, estuvo a punto de caer de bruces. Llevar a cabo su idea sería algo complejo. Pero no debía quedar rastro. Llenó el bidón. Presurosa subió a su camioneta con el plan instalado a fuego en su corazón. Aquella casa ardería con todo: despacho, armario y Miguel.


SC 14/11/2017

jueves, 26 de octubre de 2017

Alguien 
que le avise a mi mente
 que no tengo 
porqué 
desvelarme

domingo, 15 de octubre de 2017

Acróstico a la evaluación docente (Chile)

Acróstico a la evaluación docente (Chile)

Pauta evaluativa
Opresora,
Reflexiva y
Tan
Antigua que
Frente a los
Obstáculos
Latentes, inquietantes e
Incongruentes nos
Oprimen la vocación de ser profesor.


Bellaan (SC) 15/10/2017

martes, 10 de octubre de 2017

N°2437

Era más que un simple robot. Su visión del mundo era un poco más profunda que la de sus compañeros y esto se reflejaba en las actividades que realizaba cada día.
Cada mañana, a las 7:13 horas en punto, se desconectaba de la fuente de energía y leía una frase de un libro al azar que tomaba de su estantería; para luego ir a pasear pensando en aquella frase. Al hacer esto, cada día conocía nuevos lugares y nuevas maravillas. Mas aquel día en que se encontró con la frase “Si alguien ama a una flor de la que solo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, le basta con mirarla para sentirse dichoso”, del libro “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry, no lograba absorber completamente el sentido de la oración ya que, en aquella era, el año 7084, las flores se creían extintas, al nivel de nunca haber visto una en su modo natural.
Con esa sensación de incomprensión el robot N°2437 salió a recorrer la urbe que habitaba. Esta vez no lograba mantener una imagen exacta en su sistema operativo, por lo que caminó sin rumbo fijo, solo observando lo que ocurría a su alrededor: autos volando por la autopista central, humanos discutiendo a través de proyecciones, vendedores virtuales en cada esquina y un sinfín de personas trasladándose en sus dispositivos de moda.
Al doblar en la esquina de la empresa “Mascotas a imagen y semejanza” vio algo que nunca había visto: una calle corta que doblaba hacia la izquierda sin un nombre en el cartel que estaba en sus paredes, algo extraño en ese tiempo, ya que con tanta inteligencia artificial todo lugar tenía denominación. El curioso robot se acercó raudamente al callejón; debía ser él quién pusiera nombre a ese lugar, y para eso primero debía examinarlo a fondo.
Las paredes estaban llenas de recortes de periódico, los que ya no existían en formato de papel, desgastados y sin color. Eso ya era algo sorprendente de encontrar. Cajas, bolsas, todo un basural se encontraba allí. El aspecto no le ayudaba con un nombre. Sin embargo, el robot no se rindió y siguió caminando hasta el fondo del callejón. Casi ya sin esperanzas, mientras se oscurecía cada vez más, activó la luz de sus ojos y un color rojo se impregnó en sus receptores de luz.
El color inundó todo su sistema, casi podía sentir la suavidad de aquella cosa tan preciosa. Se acercó lentamente, con sigilo, para no alterar la fragilidad de lo que veía.
Una flor, era una flor, en su estado más puro y natural. Y n°2437 al verla, cayó rendido a sus pies. Su sistema operativo nunca había trabajado tan rápido debido a todas las emociones que intentaba generar su procesador. Con sus dedos metálicos tocó los pétalos de la flor y deseó con todo lo que tenía, lograr sentir su textura; mas la inteligencia del hombre aún no lograba lo que este robot tan sensible deseaba, sino que logró destruir gran parte de la vida que quedaba en el planeta.
Y allí frente a él, se encontraba la última flor con vida. La única flor que había podido ver en su existencia y él era el único que había tenido la dicha de encontrarla, en aquel oscuro callejón olvidado.
Su flor. Era su flor, a la que amaba con cada circuito de su cuerpo creado.
Deseando nunca alejarse de ella, que echaba raíces entre los ladrillos del callejón, se sentó a su lado y puso por nombre a aquel lugar: “Ya no soy un robot”.
Ahí se quedó esa noche, admirando a su flor, mientras escuchaba el tono de alarma del 1% de batería que le quedaba a su cuerpo.


Bellaan (SC)- 09/10/2017

lunes, 9 de octubre de 2017

domingo, 1 de octubre de 2017

El último día fue ayer


El celular vibró en el velador de su habitación. Elisa tomó de forma apresurada el móvil, igual que cada vez que escuchaba ese pitido. Desbloqueó con su huella digital e ingresó a la aplicación de mensajería que la mantenía en vilo todo el día. 
Debía despedirse de él, lo sabía, pero su corazón y mente de cierta forma la detenían. Debía tomar una decisión y tratar de soportar las consecuencias que eso conllevaba, independiente de si fueran buenas o malas. Intentaba hacerse la valiente, luchar contra sus sentimientos para cumplir con lo que se proponía; lo mejor en ese momento.
La razón del aviso de su celular era él, inevitablemente, y el momento había llegado. 
Decir adiós no era fácil, aunque fuera por esa plataforma. Aún quedaban tantas cosas por hacer, tanto por hablar, tanto por reír, tanto por sentir; limitarse a hablar sólo por aquella página que frecuentaban era algo decepcionante.
Elisa tenía claro lo que sentía, pero qué sentía él, no lo sabía a ciencia exacta. La amistad era lo principal, lo primordial en la relación que llevaban, pero lo confuso era saber qué otros sentimientos estaban apareciendo. 
Un “te quiero” se resbaló por las redes inalámbricas, cruzando las naciones, 7084 kilómetros. Un te quiero correspondido ¿a qué nivel? No lo sabía. ¿En qué sentido? En muchos o en pocos. Sin embargo, esas palabras englobaban mucho y ella no podía evitar repetirlo por todas las veces en que quiso decirlas y el miedo la detenía.
El último día fue ayer, cuando con dolor terminaron esa etapa. No obstante, los sentimientos se conservan y ella espera cada día intercambiar un mensaje con él. Ser un “nosotros” por un segundo. 


26/09/2017

sábado, 30 de septiembre de 2017

Del lado del conductor (reeditado)

Aquí estoy, sentada en el mismo lugar 
de los veranos pasados. 
Tengo la sensación de estar en esos tiempos
pues en mi mente una vez más espero tu llegada.
Te imagino llegando, te veo por el espejo retrovisor 
ese lugar de la cita, del lado del conductor.
Veo aparecer tu cabello bermellón
tu sonrisa.
Mi corazón palpita
palpita más.

Entras y te acercas
l e n t o
sosegado
para besarme.
Siento tus labios
y en mi labios una sonrisa.

Como quisiera volver el tiempo
y hacer todo esto realidad
necesitas de mí
necesito de ti.


26-08-2017

El regalo

Sofía estaba sumida en sus labores diarias corriendo de un lado a otro atendiendo las llamadas que la hacían sudar. En la sala cada uno levantaba sus brazos para llamarle e insistían en ser atendidos. 
Incluso antes del final de su jornada pensaba en relajarse bajo el sauce llorón del patio de su casa. Un lugar simple para muchos, pero de ensueño para ella que hasta ese momento era lo único que se podía permitir. 
Quedaban solo unos minutos de escuchar aquellos gritos que hacían explotar su cabeza, cuando una voz aguda la llamó.
— ¡Profesora Sofi!
Con su mejor sonrisa atendió el llamado de la estudiante, el último suponía.
— ¿Qué pasa Paulina?
—Tome. Es para usted, profe— le dijo con evidente alegría y le acercó un pequeño barco de papel a sus manos. 
—¿Para mí? —preguntó extrañada el porqué del barquito.
—¿Y por qué mi niña?
—Es un barco para que cumpla su sueño.
Sofía movía su cabeza mientras escuchaba aquellas palabras. Estos estudiantes ya se estaban volviendo un poco locos cada día.
—¿Cuál sueño?
—Su gran sueño. Es para que viaje por todo el mundo.
Ella no daba crédito a la dulce intención de Paulina y sólo pensó en seguirle el juego.
—¡Gracias Pauly! Me iré a viajar por alta mar…— comentaba mientras le daba una lista de países que deseaba visitar.
Y así junto a su barquito de papel viajaba por los 7 mares cumpliendo el gran sueño de su vida: recorrer el mundo. 
Ese pequeño y gentil detalle no hacía más que justificar el deseo de libertad que tenía.



14-08-2017

El malentendido


Por fin era hora de salir del trabajo. ¿Qué más quedaba por hacer? Esperaba no tener que llevarme nuevamente papeleo a casa. Estaba en esa época en que casi no dormía por la opresión laboral que vivía día a día, sobre todo un día como aquel, lunes. 
Debía apresurarme para llegar pronto al teatro para ver esa obra tan famosa que se iba a presentar. Una de mis favoritas: El Lago de los Cisnes. Corría de un lado a otro por mi oficina recogiendo todo lo que necesitaba y dejando el orden para el día siguiente. En mi mente giraban todas las responsabilidades que tenía y pensaba en lo difícil que era llevar una vida así, monótona, agobiante, absorbente.
Las calles oscuras me hacían sentir escalofríos. El viento no corría. Apenas unos 28 grados hacían que la polera se pegara a mi espalda. Debía apurarme. Comencé a escuchar pisadas apresuradas, firmes y decididas, casi corriendo. Parecía que venían tras de mí. Estaba lista para lanzar mi bolsa por los vientos incluso si todo caía esparcido. Una mano se acercó por la izquierda. Tenía el gancho preparado para ser usado en el momento necesario. No dudaría ni por un segundo.
-¡Señorita!, disculpe. ¿Me dice la hora por favor?
El gesto en mi rostro era digno de ser retratado y presentado en el álbum de rostros más ridículos del mundo. Pensé que ese sería el último segundo de mi vida. Aún sin sentir la plena confianza de que todo había sido un malentendido.
-Las 7:58- volteé y le dije tranquilamente.
El joven vestía con medias y zapatillas de ballet, además de llevar el rostro acalorado por correr hacia el teatro.
Así fue como me di cuenta de que no era la única que había tenido un mal día. Si este joven me hubiese reconocido se hubiera percatado de que acababa de cometer el peor error de su vida. El muchacho más popular de primaria, líder del equipo de fútbol, había desenmascarado su coartada de chico futbolista y todo había sido descubierto por la chica obsesionada por las suculentas historias de los demás.



01-08-2017

El aviso


La biblioteca cerraba siempre a las 8. Esther estaba siendo devorada por las aventuras del muchacho de la cicatriz. Cuando llegó al salón que le recomendaron el sol apenas estaba sobre su cabeza. Como todos sabían, el tiempo siempre se escapaba de las manos cuando se estaba allí.
Debía regresar temprano a su casa o no podría volver a la biblioteca, según sus padres.
Ella confiaba plenamente en su reloj biológico, pues le daba una señal justo en el momento preciso. Se relajó y se sumergió en su lectura.
Cuando sintió la señal se preparó para partir.

¿Qué hora es? ¿Qué pasó? La puerta no cedía ante sus manos. Los altos cristales se teñían de negro y ni un pequeño ruido se escuchaba a su alrededor; nada más que el ulular de una lechuza, al igual que en su libro favorito.
Esther siempre se enteraba de todo, pero nunca sospechó que había pasado por alto el aviso junto a la puerta:

“CUIDADO, 
EL TIEMPO VUELA 
SI EN UN LIBRO INMERSO ESTÁS”



27-07-2017

¿Real o no?

Ya no quiero ser parte de tu juego.
Sólo soy un objeto de tu actuación. 
Mirarte, abrazarte, besarte, nada es real para ti.
Pero me consumes con tu fuego. Tus llamas envuelven mi cuerpo y no me dejan escapar.
Sólo quiero protegerte y que veas que estoy aquí, siempre a tu lado.
A tu lado, a pesar de las circunstancias, a pesar de recibir tus sonrisas falsas y programadas. Siempre a tu lado.
...
¿Qué es esto? ¿Por qué este beso se sintió diferente? ¿ Por qué tus labios dudaron y luego se entregaron?
Esto es diferente.
¿Realmente sigues actuando?
Me amas
¿Real o no?


30-11-2013

viernes, 29 de septiembre de 2017

Pensamientos en una noche de invierno


Siento la suavidad de mi cama. Amo el rasgueo de la pluma sobre la libreta. Melodía de las palabras que viajan en el tiempo. Los pensamientos flotan en mi cabeza. Las pláticas entumecidas de verano se enroscan en mis manos.
Hablar de todo y hablar de nada.
Un remolino en mi interior.
Escribo sin una razón, y a la vez escribo para salvarme.
Salvarme de la monotonía del día a día.
Salvarme de los monstruos que habitan mi interior.
Las letras reconocen mi mundo. Las páginas reciben mi sin-sabor.
La realidad se esconde tras las páginas de un libro. La realidad es eliminada a cada segundo.
No sé si me siento capaz de seguir en el vacío, tampoco si estoy en la cima de la vida.
Lo único que realmente entiendo es que el presente no existe. Va desapareciendo a medida que lo nombro. El ahora es consumido por el ayer, y el mañana se aleja cada vez más de mi.
Sólo queda mi pluma negra y mi libreta llena de mini tesoros escondidos del ojo que todo lo ve.

19-07-2016

Contigo y sin ti

Miles de segundos se agolpan en mi mente
Y permiten que mis ojos estén cegados por el tiempo
Mis dedos se mueven inertes
Siguiendo la inercia del viento
Mis ojos ven sin mirar
La lluvia cae
El viento sopla
Y el tiempo contigo es el tiempo sin ti
Contigo. Sintigo
Las palabras ya no tienen sentido, y a la vez si lo tienen
Amalgama de emociones rutinarias en la puerta
Me alejaste de tu vida
Yo ni lo intenté
Sucumbiste a la miseria
Y aún no encuentras ni encuentro
Una razón para el amor
Murallas. Arte milenario
Alambres de púas. Hojas de roneo
Palabras escritas al viento. Gritadas al aire
Primaveras congeladas
Lluvias cálidas
Y tu rostro y mi rostro
Tan cerca y tan lejos
Susurrando tu nombre
Olvidándolo luego
Calor en el pecho que enfría mi ser
Los días de lluvia son mágicos
Contigo. Sintigo
Uno al lado del otro
Sentados sobre el césped
Árboles danzando
Mirada sonriente
Tus besos
Tu boca
Tus manos
Tus labios
Todo tu
Toda yo
Contigo. Sintigo. Contigo. Sintigo
Con. Sin


15-06-2016

Ya no

Pensaba que al verte me sentiría en las nubes. Pero en verdad solo fue una ilusión y solo podía sentirme nerviosa ante tu reacción.
Pecabas de ser autoreferente. De decirle a todos que yo sería tu chica. Pero eso, eso no hacía más que alejarte. Que dejara de sentir atracción.

Me gustan los desafíos y tu ya no lo estás siendo.

Deja de rodearme, deja de darme a entender que me quieres.
Ya no me siento segura sobre lo que siento.
Ya no me siento segura sobre nada.
Ya no.


18-07-2015

Vivir

Quizás piensan que ella es la típica chica que espera al príncipe azul. 
Pero no. Ella sabe perfectamente que no lo espera.
A pesar de sus cortos años de vida tuvo un amor que le caló al fondo del corazón. Un amor que le hacía suspirar a cada segundo. Un amor que destruyó sus más dulces ilusiones. Su adolescencia. 

Y allí está ahora sin esperar nada en concreto. Ella solo quiere disfrutar de las cosas pequeñas de la vida. Aquellas cosas que para muchos son simples.

La melodía del viento.
El movimiento de las olas en una playa.
El ritmo de la lluvia cayendo contra la ventana.
El color de las hojas del otoño.
Las sonrisas de los niños.
La textura de una página de libro.

Tantas cosa maravillosas por sentir que no merecen ser estropeadas por pensar en un triste amor que le robó tantas emociones. Tantos suspiros. Tantas palabras.

A ella no le importa lo que piensen los demás. Así que si la ves caminando por la ciudad con un libro entre sus manos. O mirando los árboles junto con audífonos en sus oídos. O caminando lentamente en un día de lluvia con una sonrisa en su rostro. No te impresiones. 
Ella vive.

18-09-2014

Mi primer día de vacaciones


El día asignado para el comienzo del taller de cuenta-cuentos ya había llegado. Estaba tan emocionada por comenzar que ese día había casi saltado de la cama.
Qué importaba que fuera mi semana libre de vacaciones. Qué importaba que estuviera muriendo del sueño. Solo quería comenzar ya ese taller que tanto había esperado.

Era un día de lluvia, de esos que me encantan. Rápidamente me levanté, tratando de pisar primero con el pie derecho para tener un buen día, y volé por mi casa para llegar a tiempo.

El viaje en colectivo fue rápido, sin ninguna novedad, solo mirando caer la lluvia y sintiéndome nerviosa por todo lo que iba a vivir esa semana.

Al llegar a la biblioteca de mi ciudad, grandes eran mis expectativas, ya me sentía como una esponja para absorber todo lo que me enseñaran.
Entré silenciosamente y me di cuenta que al parecer había llegado muy temprano. Estar quince minutos antes al parecer hacen la gran diferencia para las personas.

De pronto una señora se acerca a preguntar a qué venía. En realidad no me lo preguntaba a mí, si no que a un chico que estaba a unos metros de distancia.

-Vengo al taller de cuenta-cuentos- dijo él.

¡Que bien! Pensé. No fui la primera en llegar.

-Yo también vengo al taller- dije débilmente.
-Pueden esperar sentados, el profesor aún no llega- nos dijo la señora encargada de la biblioteca.

¿Lo saludo? ¿Él me saludará? ¿Si lo miro fijamente será muy grosero de mi parte?
No sabía que hacer, mi timidez me impedía cualquier cosa, así que solo me senté en la mesa más cercana.
Unos minutos más tarde lentamente giré mi cabeza hacia él y lo conocía. Estaba segura de que lo había visto en algún lugar. ¿Dónde? No lo sé.

Está de más decir que no me atreví a hablarle, él tampoco lo hizo.
Llegó el profesor, llegaron muchos participantes del taller, todos sentados en círculo vivimos aquella primera mañana del tan esperado taller.
Sus ojos verdes (sí, me detuve un momento a mirarlo sin que me viera) nunca me miraron por más de 1 segundo. 
Y extrañamente sentía la necesidad de hablarle. Lo conozco, me repetía a cada momento. Y allí rodeada de libros escarbaba en mi mente buscando el momento exacto en que lo había conocido.

Mi sorpresa fue grande cuando al segundo día se acercó a mi para pasarme una leyenda que debíamos leer. Más grande fue la sorpresa al tercer día cuando me dijo:
-Te he visto en alguna parte, no sé donde, pero te he visto.

Ese fue el comienzo de un millón de conversaciones, risas, miradas furtivas y palpitares de corazón. 
Nunca pensé que mi fantasía de conocer a alguien especial en la biblioteca se podría hacer realidad. Era increíble.


Sonó una de mis canciones favoritas. La alarma. Son las 9:30 am del primer día de mis vacaciones. Hoy es mi primer día de taller y el sueño que tuve va desapareciendo lentamente de mi memoria, como arena que se escapa de entre mis dedos.



17-09-2014

Tú y tu mirada sonriente al sol
Tú y el timbre de tu voz
Tú y tus movimientos que seducen a mi alma
Tú y tu sonrisa que ilumina mi mirada



17-09-2014

Resistencia

El abismo al que me enfrento cuela mis sentidos.
Polvo de estrellas me rodea
pero no hace más que seducirme.
Me siento engañada por esos juicios
desde el inicio de las eras
y los destellos de luz aún ciegan mis pupilas.

Anhelo un soporte, flotar sobre el tejado,
mas sigo conteniendo mis deseos.
Sigo buscando ser lo ideal, el ejemplo de las aves,
el aroma de una flor.
Todo emana de mí.

Y la nieve cayendo, cubriendo rosas, claveles,
el césped blanquecino, lo envuelto en lo efímero.
Corro, me niego, a mí misma me suprimo.
Me digo: No te detengas,
de ti depende ese abismo.

Sumiéndome en el hielo, qué calor me consume.
Las ventanas se abren, admiro el precipicio.
A veces deseo que la nieve caiga como suspiros,
que me cubra y arrope, y de detenerse,
me aflijo.

Estoy cubierta y solo esa voz,
solo esa voz me libera, me toma y me levanta.
Aquellas palabras se cruzan junto a las mías.
Paracaídas libres,
sosteniendo mi alma.

Observo desde el abismo
la presión en la que vivo.
Es la sociedad que invalida mi pensar.
Esta sociedad que me invita a vivir en fantasía,
Resiliente, me niego cada día más.

En tu abrazo

En tu abrazo distante me dormí,
entre tus manos suaves y morenas
sintiendo el palpitar de tu corazón,
mientras los segundos pasaban inexorables.

Ahora no encuentro palabras para describir
lo que tengo dentro de mí
y las sensaciones se agolpan
contra las paredes de mi corazón.

Pasa que cada que escribo
nuevas alas se baten
inevitables o evitables, no lo sé
solo sé que tu azúcar morena sigue en mí,
acariciándome.


viernes, 17 de junio de 2016

Un día de lluvia

Íbamos juntos caminando luego de las clases de todos los días.
Teníamos más que una amistad, eso era seguro, pero aún no volvíamos a aquellos tiempos de amor enloquecido.
Mientras caminábamos conversando de nuestro día, de las locuras de nuestros compañeros y de los profesores que nos agobiaban con tareas y exámenes, sentí una gota caer a mi rostro.
Oh! Está lloviendo- fue lo que dijiste.
Nos encantaba la lluvia, la disfrutábamos mucho, pero comenzaba a llover muy fuerte y las gotas nos empapaban.
Corríamos para encontrar refugio. Allí, en el puente del tren.
Corrimos para cubrirnos. Corrimos para descansar del incesante golpeteo en nuestras cabezas.
Cuando llegamos al puente debimos relajarnos para recuperar el aliento.
El día era agradable. El viento mecía nuestro cabello y los autos pasaban veloces a nuestro lado.
Decidimos esperar a que la lluvia se detuviera un poco, pero ¿qué hacer por mientras?
Miramos los autos, comentamos cómo era aquella lluvia tan fuerte.
Aquí es cuando mi mente queda en blanco. Aquí es cuando mis recuerdos son llevados con la lluvia de aquel día.
Un abrazo. Hace frío. Me gustan tus manos heladas en mi rostro. Un beso en la frente. O un beso en los labios.
Realidad y sueño se superponen.

Ahora los recuerdos se mueven veloces en mi mente. Cómo volver el tiempo atrás, a aquel día de lluvia disfrutando tu compañía.

domingo, 24 de mayo de 2015

Llévame

El verano entra por las rendijas de mi habitación. La brisa se cuela por la ventana, una brisa de costa que deseo sentir.
El vacío del corazón, injusto, como nunca. Injusta sensación de no-amor alrededor.
Usted me mira desde lejos en mi memoria.
De lejos se ve su respiración. Aquella que no es para mi. Que no está en mi cuello. Que no cosquillea en mi nariz.

Llévame a viajar entre los micro segundos del amanecer. 
Llévame.
Llévame.
Tú, usted, solo tú.
 
Tómame en mis sueños y roba el sabor de tu mirada enfrentando la mía, como si nada llenara la justicia del amor.

Quiero

Una semana ha transcurrido desde tus miradas furtivas y nerviosas.
Aquellos momentos en que tus miradas tímidas encontraban mi mirada nada más existía en el espacio.
Buscarte a cada segundo hacía galopar mi corazón. Encntrarte elevaba mi alma. Si hasta pensar en ti elimina letras de mi abecedario.
Pensar en ti me hace sonreír como tantas veces soñé. Pensar en tus ojos ilumina mi corazón. Cómo no quedar prendada de tu mirada, si aquellos ojos verdes me miran sonrientes. Cómo quisiera haberte conocido antes, cómo quisiera haber conocido antes tus sonrisas, esas que me alegran cada día.
Quiero conocerte más tiempo que el que tengo asignado. Quiero entregarte más amor que el que corresponde a esta amistad. Quiero que seas mi mejor amigo, mi complemento, el que aleja mis miedos y me da seguridad.
 
¿Serás tú?

Miradas

Ella no quería que ese momento terminara. 
Podría sostener su mirada eternamente.  ¿Qué importaba si no sabía su nombre?
 
El primer sentimiento que se fijó entre ellos había cambiado todo, y si ella pensaba que eso solo ocurría en los libros... Estaba muy equivocada. 
El tiempo se detuvo. 
Plácido. 
Tibio.
Transparente.
 
Y él leía su mirada como si siempre la hubiese conocido.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Esto lo tomé prestado de internet...

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela. 


Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta. 


Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe. 


Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar. 


Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato. 


Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida. 


Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza. 


Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca. 


Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.


Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.


Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella. 


Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace. 


Por lo menos tiene que intentarlo.


Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo. 


Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos. 


¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo. 


Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.


Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.


Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.


Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.


O mejor aún, a una que escriba

sábado, 13 de septiembre de 2014

Mi corazón se detuvo y luego comenzó una marcha incesante dentro de mí... Eso fue lo que sucedió hace aproximadamente una hora.

Ahora, tus manos se acercan ligeramente a mi rostro. Siento cada movimiento sobre mi mejilla, y por lo que parece una eternidad tus labios se acercan para depositar un beso fugaz en mi rostro, diciendo un frágil "adiós".
Te quedas a lo lejos cruzando palabras con los demás de la sala...

Como si hubieses olvidado lo ocurrido hace unos minutos, te acercas nuevamente para despedirte.
Mi corazón vuelve a saltar.
Mi respiración se corta.
Mis pulmones olvidaron como funcionar.
Te acercas y tu mano se posa sobre mi hombro.
Lentamente levantas tu cabeza y tu cabello me roza.
En una milésima de segundos tus labios tocan mi frente.
PROTECCIÓN
Eso es lo que me hace sentir ese beso.
Fue tan cálido que me siento llena de tu calor, y siento que con esto me bastará hasta que aparezcas nuevamente frente a mí.

Y otra vez mi corazón quiere salir volando de mi pecho para saltar al tuyo y aferrarse.

Si tan solo me dejaras...
Cierro los ojos junto al aroma que me sabe a tí
Toco el murmullo de tu silencio frente a mí
Bebo el sabor de tus labios en recuerdo a tí
Niego tu ausencia y finjo ser feliz
¿cómo no sentir la locura dentro de mí?


Quiero con mis ojos tu nombre decir...